Coronavirus y el duelo

El coronavirus y el duelo


Manuel Salgado |  

Entiendo que estés cansado de escuchar la dichosa palabrita, en todos sus formatos, además de conocer -al menos eso espero- de qué se trata y qué síntomas componen esta enfermedad.

Voy a aplicar el modelo que propuso la psiquiatra Kübler-Ross en el proceso de duelo a las respuestas de las personas a esta crisis de salud convertida en pandemia, y no necesariamente desde el punto de vista de la pérdida vital.

La cuestión es que cuando se rompe una dinámica en nuestra vida y debemos hacer el esfuerzo por normalizar la nueva situación -sea o no pasajera- cualquier persona pasa por diferentes etapas, casi previstas desde nuestra propia biología.

Las fases referidas son éstas, pudiendo algunas personas no pasar por todas ellas, o bien en un orden diferente o incluso regresar a una anterior, sobre todo si no recibe el asesoramiento psicológico adecuado y el duelo comienza a hacerse patológico.

1.- Negación. Estamos tan “agustito” con nuestro estilo de vida, que no podemos entender ni admitir sin más, que llegue un bicho que levanta sólo unos cuantos nanómetros del suelo y nos ponga todo “patas-arriba”.

La evidencia de los números, en cuanto a afectados, velocidad de transmisión y víctimas mortales debería ser suficiente para hacernos reaccionar, pero si pasa lejos de nuestro espacio, por ejemplo, en China y tú vives en España, pues claro… “Eso les pasa a los chinos, que comen de todo y no tienen mucha higiene, además de mentir en lo que cuentan”.

Esta misma fase, cuando avanza, empieza a generar confusión en muchas personas, especialmente si tienes afectados cercanos de alguna manera, o bien si eres un poco aprensivo. Ni te cuento si eres hipocondríaco, en cuyo caso ya tendrás las manos -a fecha de hoy- listas para pasar por quirófano, de tanto frotarlas.

Tarde o temprano, sea como sea, muchos llegan a esa confusión comentada, en la que nos resulta complicado comprender que nuestro sistema de salud no haga frente a esta crisis de manera rápida y sencilla. Es ahí cuando empezamos a pasar a la siguiente fase.

2.- Ira. Tenemos claro que es una realidad, desagradable e inevitable. Empezamos a mostrar nuestra disconformidad con la situación e intentamos -torpemente- seguir como si no pasara nada, como si con nuestra actitud pudiéramos convencer al virus para que pase de largo. Algo así como: “… mira COVID-19, estoy ahora mismo muy liado con mis cosas, así que no vengas aquí a tocarme las narices y parar mi vida. Sigue tu camino que yo seguiré el mío, y tan amigos”.

Aparecen también pensamientos relacionados con lo justo e injusto, sobre todo si esto coincide con la cancelación de algún plan personal o profesional que llevásemos tiempo preparando.

3.- Negociación. Tras patalear y mostrar nuestro malestar por la situación, se inicia una etapa de intentar buscar un punto intermedio, de lograr un acuerdo en el que salgamos bien parados. Algo así como: “…sí, lo entiendo, no saludaré con la mano a nadie, pero no creo que pase nada porque vayamos a tomar algo al bar de la esquina. Cada cual tendrá su bebida y si no nos tocamos todo irá bien”.

Establecemos como un tira y afloja para perder la menos normalidad posible, como si aún pensáramos que el virus está a nuestro nivel y podemos hablarle de tú a tú.

4.- Culpa y Tristeza. Cuando nos damos cuenta de que no hay forma de acordar nada, cuando las cifras van aumentando, comenzamos a entrar de lleno en una fase de tristeza, de apatía, incluso de culpa, si por nuestras malas decisiones hemos dado positivo en un test de COVID-19 y, además, hemos puesto en peligro -sino contagiados directamente- a otras personas de nuestro entorno.

5.- Aceptación. Casi comienza en la fase anterior, aunque para hablar de aceptación como tal la persona debe ser plenamente consciente de cuál es la realidad y qué conductas debe llevar a cabo, dentro de sus posibilidades. No implica resignarse, en cuanto a suponer una conducta de pasividad. Hablo de conformarse con lo que hay, pero ese tipo que yo llamo CONFORMISMO ACTIVO, es decir, en el que pasas a ser responsable -en parte- de cómo va evolucionar esta crisis de salud.

Sólo así, asumiendo tu autocuidado, reconociendo tus límites, entendiendo las características de esta realidad, podremos llegar -tarde o temprano- a restablecer la normalidad que disfrutábamos antes del primer positivo en Wuhan, cuando todos pensábamos que era algo de los chinos y no llegaría aquí porque nosotros, en Occidente, estamos muy ocupados para tonterías de éstas de coronavirus ni leches.

Texto integro de Manuel Salgado para elegirhoy.com compartido con permisos del autor.
Con la tecnología de Blogger.