La pesadilla de las llamadas telefónicas comerciales: ¿por qué?

Son las 11:30h de una mañana cualquiera y recibes una llamada de alguien que te ofrece un producto y en el que no estás interesado. Esa misma semana recibes otras dos llamadas similares, a horas incomprensibles y comienzas a irritarte mientras piensas en cómo escapar de esto

Persona con un movil en la mano

Todas las personas recibimos con cierta saturación las llamadas con fines comerciales para ofrecernos servicios que nunca han solicitado, bien sea para para cambiar de servicio eléctrico, operador telefónico u otros suministros domésticos. Sin embargo, desde junio de 2023 este tipo de llamadas están prohibidas en el artículo 66 de la Ley General de Telecomunicaciones, reconociendo el derecho a "no recibir llamadas no deseadas con fines de comunicación comercial". Pero a pesar de ello continúa esa lluvia de llamadas que a menudo producen una alta irritación. 

¿Por qué seguimos recibiendo llamadas?

En un reciente podcast publicado en el diario elpais.com, Ramón Muñoz, responsable de Economía en la redacción y entrevistado por Ana Fuentes, afirma que la "ley antispam" se aprobó sin ser depurada. Existen empresas de telemarketing que no obedecen el dictamen aprobado en 2023, pero parece ser que hay una mayoría de empresas que encuentran en las brechas de la ley el limbo adecuado para llevar a cabo sus planes de venta mediante llamadas. En la aprobación de dicha ley se firmaron puntos con los que sí podían producirse llamadas bajo el "interés legítimo", brazo al que muchas de estas empresas de agarran legalmente. El plan estaba lleno de fisuras.

Textos con artículos de una ley

A pesar de las restricciones de Agencia de Protección de Datos, en los despachos de estas empresas los directivos desarrollan constantemente una amplia batería de ideas con las escudarse en esa legitimidad, como llamar a clientes que una vez pertenecieron a la operadora o trabajar un sector laboral para el que tienen en su paquete de ofertas una gran ocasión de productos. Paralelamente, en la multitud de contratos que hoy se firman por internet y bajo el camuflaje de páginas repletas de lenguaje comercial, a menudo se cuelan cláusulas con las que damos el permiso tan ambiciosamente deseado para el vendedor. 

Otras vías por las que nuestros datos acaban en bases de tiburones del marketing, van más allá de los conocidos databrokers y sus circuitos de compraventa de datos. Un simple registro de cuenta en una red social de moda conlleva aceptar que nuestros datos puedan ser pasados a terceros, abriendo así la puerta un torrente de spam. El acceso gratuito a las suculentas redes sociales de la actualidad se cobran el pesado precio de recoger una cantidad enorme de datos nuestros.  

Sin duda, tienen un papel importante las conexiones a redes wifi de las que hacemos uso en aeropuertos, hoteles y otros establecimientos de carácter comercial, y en el que las compañías hacen el puente perfecto al hacer que cedamos nuestros datos de navegación en cuanto aceptemos conectarnos a estas redes. 


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