La trabajadora infiltrada:«Si vas a tener a trabajadores por debajo del SMI haciendo mil horas, esa empresa no es viable»

La periodista Alejandra de la Fuente investigó haciéndose pasar por aspirante a empleos de diversa índole, en los que reinaba la ilegalidad, los clasismos y hasta propuestas sexuales

Autora del libro La trabajadora infiltrada
La periodista Alejandra de la Fuente

Teleoperadora, camarera, dependienta, limpiadora, cuidadora, captadora, comercial, auxiliar de residencia, rider, peluquera, esteticién... La trabajadora infiltrada es el segundo libro de la periodista Alejandra de la Fuente, en el que ha estado realizando una investigación sobre ofertas de trabajo durante más de un año, para desvelar desde dentro hasta dónde pueden llegar los abusos laborales en nuestro país.
 
La autora asegura que aunque desde Mierda Jobs se visualiza la precariedad que existe, es sorprendente ver como infiltrada cómo son esos procesos de selección. Empresas importantes muy conocidas no tienen ningún tipo de escrúpulos en explotar a los trabajadores y comunicarlo de forma abierta en las entrevistas de trabajo, especialmente postulando a ofertas para teleoperadora, donde la sometieron a pruebas de uno o dos minutos para ver cuánta ansiedad y estrés era capaz de soportar haciendo multitareas, además de tener que aportar como empleada su propio material.

"Somos una gran familia, se sabe cuando se entra pero no cuando se sale, vas a tener que aportar tus materiales, aquí la desconexión digital no la practicamos, te vamos a pagar por debajo del convenio..."


Las ofertas de empleo son la punta del iceberg. La ilegalidad aparece de forma escalada cuando entras en los procesos de selección y posteriormente cuando ya has ocupado el puesto. 

"Por una parte es un problema de leyes". La normativa no ha amparado ni ampara a día de hoy a las trabajadoras y trabajadores de múltiples sectores laborales, como son Uber y Glovo. "Por otro lado el problema está en la aplicación de esas leyes, España está a la cola de Europa en la tasa de inspectores de trabajo".  Además existe en nuestro país una cultura arraigada de la precariedad, reflejada en el exceso de horas extra trabajadas como ejemplo más evidente, es decir, hablamos de que también es un problema de cultura empresarial.

"Nos enseñan a reciclar, pero no a entender un contrato de trabajo. Si una persona no sabe leer una nómina es mucho más complicado explicar un convenio colectivo". La autora denuncia la ausencia de una educación estatal para defender nuestros derechos desde edades tempranas y como futuros trabajadores, cuya labor ocupará la mayor parte de nuestra de vida.

También resalta la importancia que los medios de comunicación han tenido en la cultura Mr. Wonderful de puedes ser tu propio jefe y de los emprendedores, sueños para quienes posean grandes fortunas pero algo difícil de vender a quienes son la clase trabajadora y mayoritaria de la población. Es un enorme problema social y político.   

"Se que estás necesitada de dinero porque estás buscando trabajo. Si me das un 'masaje' te doy algo y así vas tirando", llegó a recibir como oferta en su búsqueda de empleo.


En el último capítulo del libro (La trabajadora infiltrada, Ediciones B), dedicado al sector de las auxiliares en residencias y al que más le ha costado acceder, la periodista presenció una precariedad doble y acentuada especialmente durante la pandemia de la covid19, al ser una labor en la que se trabaja con personas vulnerables y dependientes. "Son trabajadoras mayormente, cobrando el salario mínimo y sin recursos como las necesarias grúas, corriendo el riesgo de lesionarse y lesionar a las personas que atienden". El componente de la salud mental, presente en cada una de las once profesiones en las que la periodista se infiltró como empleada, es fehacientemente más delicado en este sector al tratarse del cuidado de personas mayores que muchas veces están perdidas y/o se comunican de forma dificultosa, elevando así la carga mental de las trabajadoras.

En el sector de la hostelería trabajando como camarera, Alejandra de la Fuente relata que recibió indicaciones como "poco tapadita, que les alegre la vista a los clientes", sugerencias que también recibió en otras profesiones.

"Si vas a tener una empresa con trabajadores cobrando por debajo del SMI y haciendo mil horas, esa empresa no es viable. Hay que respetar las leyes y a los trabajadores". El BCE dice que los beneficios empresariales han aumentado de forma exponencial. Si estás basando tus beneficios en la mano de obra de tus trabajadores, lo mínimo es tener unas condiciones dignas, que se cuide la salud y la seguridad. Sancionar y llegar al punto de cierre de empresas que incumplen estas leyes es aún una contemplación gubernamental lejana. 

El sector más urgente

La autora explica que todos los sectores tiene su propia precariedad: los repartidores y las personas del trabajo de calle, están más expuestos a sufrir accidentes laborales; los trabajos donde existe mayor incidencia de contratos falsos a tiempo parcial ocurre en la hostelería, la población migrante con contratación en B en el campo, el salario mínimo (si es que lo cobran) en el caso de las limpiadoras, la salud mental y los problemas musculoesqueléticos en el mundo de los teleoperadores, la parcialidad involuntaria de las dependientas que son contratas hasta doce horas al ser más barato que despedirlas y donde se complica la posibilidad de sindicarse, los falsos becarios en centros de estética, etc.

Salud mental

En 2020, un estudio de expertos de la universidad Pompeu Fabra y el Ministerio del Trabajo concluyó que un 33,2% de los casos de depresión de la población pudo haberse evitado de haber tenido un trabajo estable. El suicidio ocupa el primer lugar en el índice de mortalidad por causas no naturales. En España la media es de once suicidios diarios. Para la autora del libro, ninguno de los empleos en los que se infiltró eran compatibles con una salud mental estable, ya que para ello es necesario tener un empleo que permita correr con los gastos, gozar de tiempo libre fuera del trabajo, poder conciliar. En el sector del telemarketing, es frecuente recibir inputs negativos y gritos además de estar sometido a un puesto multitareas que acaban en cuadros de ansiedad. 
 
En una de las ofertas por las que se hizo pasar como repartidora, le hacen saber que sus ganancias serían de un 10% de cada menú de 12€ que reparta (1,20€ por reparto), o de un 10% de raciones de 30€ (3€ por reparto). Sin salario base. Las cifras de salario de dicho empleo están muy lejos de permitir al trabajador tener una tranquilidad y estabilidad mental, sin contar con los riesgos de la salud física de este tipo de trabajos. En el sector de peluquería y esteticien piden a la trabajadora darse de alta como (falsa) autónoma. Si la trabajadora usa el champú de la empresa, esta paga 2€ por lavado y peinado. Si la trabajadora lleva su propio champú, entonces la empresa le paga 2,50€. 

La salud física no queda relegada a menor plano, si tenemos en cuenta que en este tipo de empleos bajo demanda, se trabaja a destajo para incrementar el salario y que conlleva prestar una menor atención a la prevención de riesgos laborales mientras aumenta el cansancio.

Portada de La trabajadora infiltrada
La trabajadora infiltrada | Leer fragmento

Futuro

La vista puesta en lo que vendrá tiene altos contrastes. Existe una apuesta estatal por la reducción de la temporalidad laboral, algo que corre en beneficio de la estabilidad económica. Pero otros focos apuntan a la tardía reacción para levantar leyes que regulen las nuevas plataformas de trabajo, como ha ocurrido con los riders. Es necesario un plan de actuación legislativa al ritmo al que nacen estas innovaciones laborales, y no se puede confiar en la buena fe de empresarios y propietarios de medios de producción, por el más que evidente reguero de pruebas de la ausencia de fe al que podemos remitirnos. Es una cuestión debe estar altamente vigilada.
 
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